Al presidente de la Nación:
Usted emitió ayer un extenso mensaje a
todo el país. Grabado o no, la cantidad de errores de dicción, gramaticales y
de sintaxis de su mensaje es inaceptable. Pero eso pasa a un alejadísimo plano
al lado de la injusta y dolorosa ofensa
que ha lanzado descaradamente a los médicos de nuestro país.
Usted pudo elegir qué decir y cómo
decirlo. Y eligió el verbo “relajar”.
Usted no tiene ni idea de lo que
trabajan, hacen y sufren los médicos en Argentina desde hace más de un año.
Usted no trabaja 12 o 14 hs por día con un camisolines, guantes, barbijo o
doble barbijo en lugares cerrados, no ventilados, con temperaturas altas
durante el verano. No tiene ni idea de lo que es hacer dos guardias a la semana
sin descansar al día siguiente porque hay que ir a atender consultorio o a
colaborar con hisopados o con los pacientes que tienen Covid a los que nadie
quiere acercarse, porque hasta sus familiares los dejan en la habitación y
literalmente desaparecen.
Usted señala con su dedo que los médicos,
al disminuir los casos de Covid, han abierto la puerta a otras patologías o han empezado a efectuar cirugías “que podían
posponerse”. Usted no tiene ni idea de qué se puede posponer y qué no, porque a
usted nunca le posponen nada. Esas patologías que hace más de un año están
matando lentamente a nuestros pacientes o arruinando su salud de manera
irreversible.
Más allá de que no tiene ninguna
relevancia y es totalmente desubicado que usted utilice los primeros minutos de
su discurso para contar cuestiones personales suyas acerca de aún no sabe cómo
se contagió, de cómo se siente ahora, etc (sus percepciones personales déjelas
para su familia o amigos, como hacemos todos), es hasta cínico expresarlo de la manera en que lo hizo, ya que solo basta ver
las innumerables fotos y videos en los que se lo ve a usted, presidente, sin
barbijo y sin mantener distancia (más aún, a los abrazos) con la variada y
conocida “runfla” que suele rodearlo.
Hace diez días usted avaló a todo el que
quisiera para que se fuera de viaje el fin de semana largo de semana santa y
diez días después suspende los viajes de turismo. Su ministro de educación
asegura que no se suspenderán las clases y usted lo desdice horas después.
Usted sostiene que las reuniones privadas con familia o amigos son los lugares
“donde se producen los contagios”, pero todos los días hay manifestaciones
multitudinarias, ollas populares, piquetes, marchas, con miles de personas sin
el menor resguardo de salud ni distanciamiento, y su gobierno lo permite sin
chistar. Es más, usted mismo propició el
escandaloso funeral de un famoso futbolista en la propia Casa Rosada, echando
por tierra cualquier medida de seguridad y prevención... y, eso sí, nosotros,
los médicos, que tenemos que atender a todos esos ciudadanos irresponsables,
usted incluido... ¿somos los que estamos “relajados”? Estos ciudadanos, que
día a día desprecian su vida y la de su prójimo con la anuencia de las
autoridades y de las “fuerzas de seguridad”, que ocupan lugares y camas que no
podemos asignar a alguien de edad que se ha cuidado como corresponde pero llega
diez minutos después... ¿ellos no están “relajados”?
Usted,
presidente, no da el ejemplo. No lo ha dado desde el primer momento. Sus
adláteres y funcionarios tampoco. Usted lo sabe. A la gente se la conoce por lo que hace, no por lo que dice. Y sus
actos no son consistentes con su conducta. Usted
no está en posición ética de señalar, ni con el dedo ni con el tono ni con sus
palabras, a nadie. Porque usted no da el ejemplo, porque no respeta, porque
habla sin saber, sin chequear, sin informarse, sin humildad, sin empatía y sin el más mínimo respeto por los miembros de la sociedad que en esta
catástrofe han sostenido la vida de sus semejantes necesitados: los
profesionales de la salud, sus asistentes y auxiliares.
En mi hospital hace dos
semanas que no hay ni una sola cama disponible, ni en las salas ni en terapia
intensiva; ya no alcanzan los médicos, las enfermeras, los insumos, nada
alcanza, la mayoría de los médicos aún no tiene dos dosis de vacunas, duplican
sus turnos de guardia, etc, etc. Nada alcanza. Los médicos trabajamos más que
antes. Mucho más. No hacemos paro, no pedimos garantías ni nada, no amenazamos,
no chantajeamos, no cortamos calles, no perjudicamos al prójimo ni al ciudadano
común, si hay protección personal (siempre precaria), la usamos, si no, la
compramos nosotros. No dejamos de trabajar nunca. Agachamos la cabeza, nos
mordemos los labios y trabajamos. Calladitos. Desconozco su idea sobre el
término “relajación” o “relajamiento”, pero le sugiero lo emplee cuando se
refiera a los empleados públicos de todas las áreas administrativas, los
empleados judiciales, los gremios docentes (los pocos docentes valiosos que
quedan no están afiliados a ningún gremio), los empleados bancarios, los
políticos, todos aquellos que se han acostumbrado a no trabajar y seguir
cobrando su sueldo mensual intacto como si nada ocurriera.
Tomo
su insultante mensaje como una ofensa personal; todos los médicos de bien lo
tomamos así. Sería ético y honesto arrepentirse y disculparse en forma
sincera por el mismo medio por el cual nos insultó, es decir, por las cadenas
de radio y televisión.
La carencia de vergüenza y
de ética parece permitir a cualquiera decir y hacer cualquier cosa. Usted
parece haberse mimetizado con eso, pero usted no es “cualquiera”, es el
presidente. Trate de ganarse de una vez por todas el respeto de los ciudadanos.
Porque el respeto se gana, presidente, no viene con el cargo.
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