“Unidad Coronavirus” (…) en el
CONICET (???)
después
del banquete, desocupación y encarecimiento de vida …. Y… AHORA ??? |
Recientemente el Ministro de Ciencia Roberto Salvarezza
anunció que el CONICET estaba involucrado en la investigación acerca del virus
para lo cual se ha formado una “Unidad Coronavirus”.
Mi primera reacción fue la de perplejidad, estupefacción, y
por último en indignación, frente a lo que podría tratarse de un simulacro más
próximo a una farsa y a un intento de fraude, que rápidamente trajeron a mi
memoria los casos de Ameghino y los huesos fósiles de Miramar durante el
Centenario, de Richter en la Isla Huemul (1952), y el de la Crotoxina entre
1986 y 1996.
Según mi experiencia en los ámbitos científicos puedo aseverar que el CONICET no se encuentra en condiciones de investigar virus alguno, y mucho menos el que ahora tiene al mundo en vilo. Y no se halla en tales condiciones porque carezca de biólogos, de subsidios, o de probetas y microscopios, sino por algo más elemental, simplemente porque en Argentina, desde hace décadas, no existe comunidad científica alguna.
Despiadada federación de patotas o "mandarinatos" académicos
La severidad de este diagnóstico se debe a que en esas
décadas se fue construyendo una
despiadada federación de patotas o mandarinatos académicos en todos los niveles y jurisdicciones,
desde los más inaugurales en los claustros universitarios y en sus elecciones
de consejeros y concursos de oposición y antecedentes, ascendiendo por las gradas y los nichos científicos del CONICET, hasta
alcanzar las promiscuas cumbres de las Mesas Coordinadoras de la Agencia
Nacional para la Promoción Científica y Tecnológica o ANPCyT (donde se
lucra con los subsidios del Banco Interamericano de Desarrollo), de las que el Ministro y ex Presidente
del CONICET Roberto Salvarezza supo beneficiarse con holgura.
Estos recuerdos y diagnósticos los fui cruzando con
maniobras recientes de política científica a escala internacional, que
fatigaron las pantallas del mundo como la medieval alquimia de pretender
combinar vacunas destinadas a otras pestes (hidroxicloroquina), así como el
frustrado intento del Presidente de la mayor potencia global por adquirir con
exclusividad los avances de un laboratorio privado alemán (CureVac, en Tübingen,
BadenWürttemberg).
"Italia no está en situación de hallar la vacuna del
virus"
La confesión de desesperada impotencia que la conducta de
Trump reveló por defecto (agravada por su rechazo al Acuerdo de París sobre
Cambio Climático, cuya víctima ha sido entre otros el murciélago, con la
secuela de hongos blancos en sus hocicos) se contrasta con la que transmitió la
RAI acerca del reconocimiento de científicos lombardos que Italia no está en situación de
hallar la vacuna del virus por no haber invertido en investigación básica los
recursos humanos y económicos inexcusables.
Cambio
Cultural
Pero volviendo a nuestro país, la denunciada carencia de una
comunidad científica, revela que lo que
Argentina demanda no es investigar el maldito virus, sino algo mucho más
abnegado que requiere una decisión política, la de producir un
cambio cultural que acabe con las patotas que agobian sus aulas y sus
laboratorios con el virus del amuchamiento en trenzas y roscas, del lucro en
subsidios y patentes, y del botín de guerra en vacantes, promociones y
acreditaciones de la Agencia, del CONICET y de la CONEAU.
Producir un cambio cultural supone entonces revisar la
legislación y las regulaciones que corrompieron los ámbitos científicos
violentando las libertades académicas, la honestidad intelectual y el
desarrollo de la moral científica (e.g.: Decreto 1661/96 de “democracia
interna”). Una corrupción que fue avalada por la Justicia Federal de Comodoro
Py (cuyo Juez Martínez de Giorgi y su alzada ordenaron archivar las denuncias y
las apelaciones), y por los medios de comunicación que callaron reiteradamente
los agravios denunciados.
Finalmente, es preciso recalcar que este drama de alcance
nacional pero con irremediables derivaciones internacionales arrancó con la
gestión del inefable Secretario de Ciencia Juan Carlos del Bello en tiempos de
Menem, perduró cuasi-eternamente con Lino Barañao y sus socios agroquímicos, y
está culminando hoy con la fatalidad Salvarezziana, que en traducción
libre del lunfardo sugiere “sálvese el que pueda y rece el que crea”
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