viernes, abril 10, 2020

El Coronavirus y la Parodia científica en Argentina


“Unidad Coronavirus” (…) en el CONICET (???)

después del banquete,
desocupación y encarecimiento de vida ….
Y… AHORA ???
por Eduardo R. Saguier

Recientemente el Ministro de Ciencia Roberto Salvarezza anunció que el CONICET estaba involucrado en la investigación acerca del virus para lo cual se ha formado una “Unidad Coronavirus”.

Mi primera reacción fue la de perplejidad, estupefacción, y por último en indignación, frente a lo que podría tratarse de un simulacro más próximo a una farsa y a un intento de fraude, que rápidamente trajeron a mi memoria los casos de Ameghino y los huesos fósiles de Miramar durante el Centenario, de Richter en la Isla Huemul (1952), y el de la Crotoxina entre 1986 y 1996.

Según mi experiencia en los ámbitos científicos puedo aseverar que el CONICET no se encuentra en condiciones de investigar virus alguno, y mucho menos el que ahora tiene al mundo en vilo. Y no se halla en tales condiciones porque carezca de biólogos, de subsidios, o de probetas y microscopios, sino por algo más elemental, simplemente porque en Argentina, desde hace décadas, no existe comunidad científica alguna.

Despiadada federación de patotas o "mandarinatos" académicos

La severidad de este diagnóstico se debe a que en esas décadas se fue construyendo una despiadada federación de patotas o mandarinatos académicos en todos los niveles y jurisdicciones, desde los más inaugurales en los claustros universitarios y en sus elecciones de consejeros y concursos de oposición y antecedentes, ascendiendo por las gradas y los nichos científicos del CONICET, hasta alcanzar las promiscuas cumbres de las Mesas Coordinadoras de la Agencia Nacional para la Promoción Científica y Tecnológica o ANPCyT (donde se lucra con los subsidios del Banco Interamericano de Desarrollo), de las que el Ministro y ex Presidente del CONICET Roberto Salvarezza supo beneficiarse con holgura.

Estos recuerdos y diagnósticos los fui cruzando con maniobras recientes de política científica a escala internacional, que fatigaron las pantallas del mundo como la medieval alquimia de pretender combinar vacunas destinadas a otras pestes (hidroxicloroquina), así como el frustrado intento del Presidente de la mayor potencia global por adquirir con exclusividad los avances de un laboratorio privado alemán (CureVac, en Tübingen, BadenWürttemberg).

"Italia no está en situación de hallar la vacuna del virus"

La confesión de desesperada impotencia que la conducta de Trump reveló por defecto (agravada por su rechazo al Acuerdo de París sobre Cambio Climático, cuya víctima ha sido entre otros el murciélago, con la secuela de hongos blancos en sus hocicos) se contrasta con la que transmitió la RAI acerca del reconocimiento de científicos lombardos que Italia no está en situación de hallar la vacuna del virus por no haber invertido en investigación básica los recursos humanos y económicos inexcusables.

Cambio Cultural

Pero volviendo a nuestro país, la denunciada carencia de una comunidad científica, revela que lo que Argentina demanda no es investigar el maldito virus, sino algo mucho más abnegado que requiere una decisión política, la de producir un cambio cultural que acabe con las patotas que agobian sus aulas y sus laboratorios con el virus del amuchamiento en trenzas y roscas, del lucro en subsidios y patentes, y del botín de guerra en vacantes, promociones y acreditaciones de la Agencia, del CONICET y de la CONEAU.

Producir un cambio cultural supone entonces revisar la legislación y las regulaciones que corrompieron los ámbitos científicos violentando las libertades académicas, la honestidad intelectual y el desarrollo de la moral científica (e.g.: Decreto 1661/96 de “democracia interna”). Una corrupción que fue avalada por la Justicia Federal de Comodoro Py (cuyo Juez Martínez de Giorgi y su alzada ordenaron archivar las denuncias y las apelaciones), y por los medios de comunicación que callaron reiteradamente los agravios denunciados.

Finalmente, es preciso recalcar que este drama de alcance nacional pero con irremediables derivaciones internacionales arrancó con la gestión del inefable Secretario de Ciencia Juan Carlos del Bello en tiempos de Menem, perduró cuasi-eternamente con Lino Barañao y sus socios agroquímicos, y está culminando hoy con la fatalidad Salvarezziana, que en traducción libre del lunfardo sugiere “sálvese el que pueda y rece el que crea”

No hay comentarios.: