El reloj que colgaba de la pared, se detuvo.
Eran las 15:00 hs. del 17 de agosto de 1850.
Sabiéndose morir, alcanzó a balbucear unas palabras:
-Mercedes, es la
fatiga de la muerte...
Una vez recostado en su lecho, tuvo una pequeña convulsión, cerró los
ojos, y partió del mundo de los mortales el Libertador de Tres Naciones.
Pudo haberlo tenido todo. Pero no quiso nada. Y eso sólo
pueden hacerlo aquellos hombres que guían sus pasos por el desinterés personal
y la vocación de servicio.
Cuando estuvo en el cénit de su obra, cuando podría haberse
constituido en Rey si lo hubiera deseado, decidió dar un paso al costado, y
entregarse al ostracismo voluntario.
Prefirió el olvido,
antes que verse inmiscuido en luchas fratricidas.
Por: Alberto P. Catolino - Fuente: "Granaderos del Bicentenario"
Citando a Moisés Lebensohn: "doctrina para que nos crean y conducta para que
nos sigan "
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