Como los líderes populistas en sus respectivos países, el kirchnerismo ha promovido el odio y la división entre los argentinos.
Un virus que, de imponerse en el Gobierno, le allanaría el camino al otro con efectos imprevisibles.
Hoy, la vicepresidenta
aprovecha la delicadísima prueba que enfrenta el país para mover sus fichas enviando “sus soldados”, a ocupar espacios en la administración nacional, sobre todo aquellos
que garanticen la impunidad de sus anteriores tropelías y el ocultamiento de las
que podrían devenir.
Por esa vocación que tienen los líderes del
peronismo de saciar su sed de poder,
han “copado” el Senado de la Nación, nombrado al delfín y cabeza de “La Cámpora”,
Máximo, como factótum en la Cámara de Diputados y tambien incondicionales
en cuanto cargo expectable existe en la Administración Nacional, en el Congreso
Nacional y esperan hacerlo en la Justicia Nacional a través del Consejo de la
Magistratura, y de la sumisión de la misma Corte Suprema.
Y también vuelven por todo (Cristina dixit) ... para seguir haciendo
demagogia con nuestros dineros, copando también las principales “cajas” de la Nación: ANSES, YPF, AFIP, PAMI,
entre otras.
Y el Presidente que opina?
Primero se hizo
el distraído y dejó hacer. Pero ante el
malestar social por los hechos consumados, Fernández reaccionó. Se vio forzado
a hablar y apeló a un clásico del peronismo usar buenas razones para encubrir
las peores acciones. Y lo hizo no con hechos, sino con su discurso, siempre
maleable a lo que dictan su segunda en el Gobierno, y las encuestas.
¿Qué pasará cuando la distancia entre la voluntad de Cristina y la opinión
pública se acreciente aún más?
- Será
acaso la oportunidad para que el Presidente muestre alguna convicción propia?
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